lunes, 28 de diciembre de 2009

yo soy los cojones del toro

Como lo prometido es deuda, me corresponde escribir algo sobre mi escapada a Marruecos a principios de este mes. Para no andarme con rodeos innecesarios, quiero empezar recomendando encarecidamente a todos una visita a este país. Simplemente, me encantó. Es sorprendente como una tierra tan cercana a la nuestra puede ser a la vez tan distinta y variopinta. Las ciudades, las gentes, los transportes, todo parece sacado de una película, pero al merodear por aquellos parajes te das cuenta de que todo es verdad y, como tantas veces se dice, la realidad supera a la ficción.

Mis compañeros de viaje fueron dos grandes amigos del Cerbuna. Una doctora de especialidad rimbombante y un economista entrado en carnes -Falete, no eches el grito en el cielo tan pronto que acabo de empezar-. Viajábamos casi con lo puesto -ya estoy exagerando- y no teníamos rumbo definido, sólo sabíamos que llegábamos a Casablanca y regresábamos desde Marrakech. Por medio teníamos que pernoctar en Rabat, donde nos acogía el trotamundos más grande que posiblemente conozca en toda mi vida, el hermano mayor de Falete. Abro paréntesis. Daniel, muchas gracias por todo, en serio, eres muy grande. Cuando llegues a perpetrar tu centésimo país debes hacer una fiesta para celebrarlo. Cierro paréntesis. De esta forma, depositados en aquellos aeropuertos gracias a las compañías de bajo coste -vuelo de Marrakech a Madrid ¡¡tres euros!!, precio final. Si no lo digo me da algo-, comenzamos la aventura.


En los primeros días pudimos deambular por las calles de Rabat y Fez, antes de partir rumbo a Marrakech. Mientras que Rabat es una ciudad relativamente tranquila, con sus turistas dispersos por la ciudad, sin aglomeraciones y con edificios e infraestructuras que empiezan a notar el toque de la remodelación; Fez, en cambio, es una auténtica ciudad estancada en el siglo XII. Esta última ciudad cuenta, según dicen ellos, con la medina más grande de todo Marruecos. Un laberinto ancestral de estrechas callejuelas que albergan un zoco repleto de productos dispares. Una maravilla para todos los sentidos. En Fez estuvimos acompañados todo el día por un guía de la ciudad, sin el cual no podríamos haber salido airosos de esas calles. Abro paréntesis de nuevo. Para animar la jornada entre amigos no hay nada mejor que dar una suculenta propina con el bote común tras ser avisado de no hacerlo. Cierro paréntesis.

En estos días también pudimos disfrutar de la noche de Rabat. Becarios o periodistas, franceses, finlandeses o españoles, jauría de todas partes reunida para sobrellevar las templadas noches del magreb. Una noche cena japonesa, otra italiana y otra mexicana. En Marruecos, no os olvidéis. El multiculturalismo no tiene fronteras. Todo ello endulzado por el sonido de guitarra de un marroquí que no sé como coño apareció por allí. No importaba. Unos cubatas, muchas conversaciones, un tipejo caído en el fragor de la batalla contra los cubatas y un finlandés al fondo que no para de gritar "muxo beti, muxo beti, eh, eh" a la oreja de un sevillista. Escenas sin pares, para noches especiales. A todo esto, otra vez el finlandés, mugiendo ahora "yo soy los cojones del toro".

To be continued... (inshalá)

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