viernes, 18 de diciembre de 2009

escarmiento histórico

Hay un personaje de la historia de España que siempre me ha llamado la atención. Me refiero a Amadeo de Saboya. Reinó España desde mil ochocientos setenta hasta mil ochocientos setenta y tres. Al quedarse vacante el trono de España tras la marcha de Isabel II, los parlamentarios de entonces decidieron buscar un sustituto en las monarquías europeas. El elegido fue este italiano, hijo de Víctor Manuel II.

El ingenuo de Amadeo no tenía ni la más pajolera idea de dónde se metía. Ya podéis imaginaros lo que debió de ser para este piamontés coger las riendas de una nación cainita, envidiosa, cerrada y pícara como era -y es- España. Al transcurrir poco más de dos años, habiendo perdido los apoyos con los que contaba, decidió renunciar. Pero tan escarmentado terminó, que renunció por él ¡y por todos sus descendientes!. Se ve que no deseaba que ningún vástago suyo pasase lo mismo que él. Así reza el final de su carta de abdicación:

"Estas son, Señores Diputados, las razones que me mueven a devolver a la Nación, y en su nombre a vosotros, la Corona que me ofreció el voto nacional haciendo de ella renuncia por mí, por mis hijos y sucesores."

¿A qué santo se mete en camisa de once varas?

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