lunes, 7 de junio de 2010

amárrate las alforjas

A ver que me aclare. Los precios de los inmuebles aumentan a un ritmo desmesurado. Todo el mundo dice que eso tendrá que estallar en algún momento. Los precios de la vivienda siguen aumentando y no pasa nada. La gente empieza a especular con ello -a comprar un peazo de tierra aunque no tengan dinero, que eso valdrá mucho pasado mañana-. Los bancos no se quedan atrás. Éstos conceden créditos aunque el que se los pida no tenga dinero. Si luego no paga se quedan con la casa y se habrá ganado más.

Todo va de maravilla: los bancos hacen su agosto, la gente se hipoteca de por vida por unos metros, los gobiernos lo ven pasar aplaudiendo con las orejas, se construye más y más, se crean cientos de puestos de trabajo en base a lo mismo, etc El título de la célebre novela de Aldous Huxley se hacía realidad.

De repente booom. Algo pasa. Se empieza a vender menos -el personal ya está hiperhipotecado y pasan de meterse en otra vivienda-. Surgen impagos de los créditos concedidos. No les pagan a los bancos. Se enteran los otros bancos de que hay varias entidades financieras que han concedido créditos que no se los van a devolver. Surge el pánico. No se prestan entre unos bancos a otros. No se conceden créditos a las personas. Al no tener créditos no compran más viviendas ni abren nuevos negocios. Falta de liquidez en el mercado. A construir menos. A despedir a gente. Pánico. CRISIS.

Los gobiernos -ese Ente abstracto que hay en cada nación y al que vosotros votáis- deciden hacer algo. Solución: ayudar a los bancos. Pobrecitos, éstos que concedían créditos sin ton ni son, éstos que sólo miraban sus beneficios sin preocuparse de la liquidez de sus deudores, éstos que difuminaban sus productos basura por este planeta, éstos que siempre estaban bien servidos, éstos tienen problemas. A darles dinero. ¿Quién les da dinero? Pues nosotros. TODOS NOSOTROS.

Ale, ya están salvados. ¿Y ahora qué? Pues las entidades financieras estarán sanas y salvas, pero el resto de vecinos siguen igual. Paro, poco dinero, pocas ganas de comprar y desconcierto. Toca apretarse el cinturón. Los bancos siguen sin prestar.

Hagamos cuentas, dicen los estados. ¡Coño, pero si estoy en quiebra! ¿Cómo? No jodas, Grecia, pero si tus cuentas estaban de putísima madre. Ya, bueno, es que tal vez las maquillé un poco. Joder, menudo déficit. Mira y éste otro país lo mismo. Y ese. E Irlanda. Y Portugal. Rediós con Hungría. Y hasta España tiene mucho déficit.

Vuelven a discurrir las cabezas pensantes del gobierno. Oye, si gastamos más que ingresamos, hagamos una cosa: recaudemos más dinero. Tío, que bueno, me encanta la solución. Y cómo lo hacemos. Ah, pues no sé. Joder. Ya, se me ha ocurrido algo: aumentemos los impuestos. Aplauso al lúcido de turno entre sus camaradas. Subamos el IVA. ¿Eso a quien afecta? A todos. Pues estupendo.

Que no es suficiente. Que hay que tomar más medidas. Cagüenla, y ahora qué. Pues bajaremos los salarios. ¿A los ricos? No hombre, no, si esos no trabajan, cómo vas a bajarles el sueldo. Es verdad, jeje, qué tonto. A los funcionarios, que esos son unos vagos que no hacen nada. Y, de paso, se quitan las ayudas que un par de años antes se daban. Y los pensionistas que se olviden de aumentos de las pensiones.

Así que para paliar la deuda se ha cortado por lo sano. Por lo sano y lo social. Pero, qué pasa ahora. NO ES SUFICIENTE...

... amárrense las alforjas que las curvas no acaban.
Desde Europa piden a España más ajustes para el año que viene. Como dice un amigo mío: no quiero ser pesimista, sólo diré que ¡vamos a morir, coma, vamos a morir!