jueves, 25 de marzo de 2010
escobilla Lulú
Oh la la. Impactado me encuentro. Qué maravilla, qué acabados, qué materiales. Lo mejorcito para limpiar la mierda. Si es que este Jaume Matas es de lo que no hay. Aquí os muestro su escobillero del retrete. Trescientos diecinueve eurapios más iva. Marca Lulú. Y los hay de la misma línea mucho más caros, que tampoco hay que tirar la casa por la ventana.
miércoles, 24 de marzo de 2010
genuflexión a la carta
Tras esta breve introducción en recuerdo de mi Argentina querida, paso a España, vieja y maltrecha nación. Cuando uno observa las cifras del paro se queda, cuanto menos, perplejo y asombrado de su imparable evolución. Pero lo que me deja más perplejo aún no es el número de personas que están sin empleo, sino el amodorramiento instaurado en ésta, nuestra sociedad. Joder, que en otros tiempos, con un veinte por ciento de desempleo, se preparaba la de Dios es Cristo. In illo tempore había sindicatos, sí, sí, digo bien, sindicatos, que se preocupaban por el bienestar de los trabajadores y, de vez en cuando, te montaban una huelga general que se cagaba la perra. Que luego los gobiernos de turno hicieran el caso que hicieran, allá ellos, pero por lo menos existía una cierta movilización donde se mostraba el descontento de buena parte de los ciudadanos. Hoy na de na. Subsidios, caramelitos, buenas palabras,... y te dan por el culo. Y lo peor es que te van avisando de que te la van a meter bien metida.
Señor Rodríguez Zapatero, señores gerifaltes de los sindicatos, patronos con megabeneficios, políticos a sueldo de la Unión Europea -¡valiente unión!-: que les den por el ojete.
miércoles, 17 de marzo de 2010
inmigrantes en el tiempo
Me imagino el futuro: La sequía se acentúa, aparece una dictadura en España, las autonomías guerrean por el agua, los poderosos se quedan de lo poco que llega para ellos y sus favoritos, los ricos la compran en el mercado negro, los pobres mueren de sed y hambre. Y muchos tratan de huir por la frontera hacia la Europa húmeda; pero Francia instala verjas con cuchillas, pone a sus gendarmes y a sus militares en los Pirineos, y hay que jugarse la vida y la devolución a la sequía y el encierro. No hace falta mucha imaginación: es lo que está pasando un poco más al sur, y nosotros somos el país de las cuchillas y militarizamos el mar donde se ahogan. Quizá baste solo con recordar: el alud de refugiados en Francia que huían de Franco fueron a espantosos campos de concentración guardados por soldados senegaleses, que podrían ser los abuelos o bisabuelos de los que ahora tratan de llegar a España. Ahora se hacen homenajes al presidente mejicano, Cárdenas, que les ayudó y les salvó: pero el recuerdo es porque fue excepcional. La historia se repite, pero no enseña: no crea conciencia.
Escrito por Eduardo Haro Tecglen el 5 de octubre de 2005
martes, 16 de marzo de 2010
jugando a hacer cuentos
Empieza el juego. Yo me autoimpongo insertar: The Who.
A ver que más.
sábado, 13 de marzo de 2010
Delibes en la maleta
Pese a no leer más allá de lo meramente obligatorio y de los oportunos diarios -eso sí, los periódicos los he llevado siempre al dedillo- procuraba no tener muy lejos alguna novela con la que engancharme. De esta forma, cuando me fui a mi Argentina querida, a parte de la escasa ropa que me llevé, acarreaba conmigo un libro de Miguel Delibes que había comprado pocos días antes. Me hice con él únicamente porque me gustó el título, Las ratas. No sé si es por los aires sudamericanos, por las innumerables horas en los aeropuertos y colectivos, o por la propia necesidad lectora que llevaba dentro, pero la cosa es que empecé con Las ratas y no he parado. Termino una novela y tengo otra esperándome. Y me gusta. No me canso. Quién me lo iba a decir a mí hace poco más de un año.
Ahora se ha muerto Delibes. Para mí es el autor que me introdujo en este maravilloso mundo de las letras. Siempre recordaré que con una novela suya me hice adicto a la lectura. A parte de Las ratas, leí posteriormente Los santos inocentes. Ambas geniales e indescriptibles. La forma de mostrar a la España rural del siglo pasado es insuperable. Sólo os recomiendo que si alguna vez pasa por vuestras manos algún libro suyo, no lo dejéis en la mesita como solía hacer yo, y le dediquéis algunos minutos. Merece la pena.
lunes, 8 de marzo de 2010
Mench in Chile 3: vuelta a la relativa calma
martes, 2 de marzo de 2010
Mench in Chile 2: las réplicas no cesan
En grupo deciden ir en busca de algún supermercado cercano para aprovisionarse de víveres. Por las calles sólo pueden ser testigos de las marcas desoladoras que un ocho con ocho ha sido capaz de originar. Destrozos en casas, autos y mobiliario urbano forman el telón de una obra donde los comercios vacíos y las caras de incredulidad aterradora llenan los actos de la función. Consiguen comprar lo suficiente para unos días tras un rato de búsqueda, y deciden volver a sus viviendas.
Toca esperar, no queda otra. "Esto ha sido una pasada, qué miedo he pasado" me dice con voz seca y templada, como si la sobriedad de sus palabras intentase transmitir unas sensaciones que de antemano sabe que no se pueden explicar. El silencio mezclado con las charlas entre amigos rememorando uno de los momentos más aciagos de sus vidas serán la tónica dominante de las próximas horas, sólo rotos por el miedo que las réplicas del temblor les influyen cada poco.
lunes, 1 de marzo de 2010
Mench in Chile 1: se acabó la fiesta
Tenía prevista una escapada a Concepción, pero la falta de dinero le hizo quedarse en Santiago en el último momento. Así que a deambular por la urbe. Y como lo mejor para hacerse a un sitio es conocerlo a la luz del sol y de la luna, la pasada noche del viernes al sábado, el riojano, acompañado de sus nuevos camaradas, se encontraba explorando los antros discoteriles de Chile. El gin-lemon lo había cambiado por pisco-sour, y la oscuridad de la noche comenzaba a mezclarse con las luces del garito cuando la escena cambió de festiva a dantesca en poco más de un minuto. Las paredes de la discoteca comenzaron a moverse de un lado a otro, las luces parpadeaban al compás de las oscilaciones del edificio y el pánico comenzó a correr en el personal -cuenta Menchaca.
Desconcierto inicial al no saber qué cojones era aquello, pero las caras de pánico de las camareras fue el punto culminante que desató la avalancha. Todo el mundo corriendo hacia la calle, buscando el alivio del exterior a través de una puerta que a duras penas permitía salir a todas las personas que se hallaban dentro. Golpes, empujones y gritos hasta respirar el aire de la calle. Lástima que la pesadilla no terminase ahí. Me cuenta cómo el asfalto de la carretera temblaba sin parar y cómo los coches se movían como si fueran juguetes. "Impresionante primo, todo se movía que flipas" son sus palabras más repetidas. La gente lloraba y él perplejo. Todavía está asombrado de cómo se pueden tener en pie los edificios que le rodean. Pasan los minutos y se reagrupan el grupo de españoles que pernoctaban juntos. Los chilenos que estaban allá vuelven corriendo a sus casas en busca del aliento de sus familias. Mench, rodeado del resto de inmigrantes, y huérfanos todos ellos de familia cerca, deciden tomarse la última copa mientras asimilan lo sucedido para, seguidamente, poner rumbo a sus hogares.
Coches volcados, desconcierto y réplicas, muchas réplicas que avivan aún más, si cabe, el temor que recorre sus cuerpos. Toca avisar a la familia antes de que se preocupen. Después, a intentar dormir o, por lo menos, descansar, en una ciudad sin luz, agua y con mucho miedo. Sin duda, como bien me dice mi compadre desde Santiago, "muy desagradable".