domingo, 5 de abril de 2009

a mamporro limpio

No sé si es que soy de sangre fría, un cagao o simplemente tonto. Todas ellas son compatibles. Algunos lo llamarán suerte. La cosa es que nunca me he pegado con nadie. Ni he recibido ni he endiñado ningún mandoble. Jamás me he encontrado en la tesitura de salir con el labio partido, de lastimarme el puño por haberle hecho saltar las gafas a algún fulano o de que un tumultuoso grupo de borrachos me haga corro mientras me enzarzo a hostias con algún que otro bastardo. Todo lo más que me ha tocado ha sido tener que meterme en medio de un linchamiento a un amigo para librarle de la somanta palos que le estaba cayendo o tener que mediar en varias disputas para apaciguar los ánimos ante una inminente sacudida de sotamanos. Algún que otro empujón, improperio verbal o salida por patas repentina, pero nada importante. Todo ello no quita para que no me hayan faltado motivos en más de una ocasión para girarle la cara a alguno. Gilipollas hay muchos. En España, muchísimos. La cosa es que por a o por be, siempre me he contenido los zurriagazos. Que duda cabe que mi cuerpo no creo que hubiera aguantado mucho trote y comenzar una pelea implicaría el desmejoramiento de mi cara al instante, por lo que esa puede ser una de las razones principales de mi abstencionismo beligerante.

No sólo me he topado con numerosos hijos de puta que necesitaban en determinados momentos una lección de modales o simplemente un guantazo que les devolviese a la realidad. También tengo -presente de indicativo- algún amigo al que le hubiera proporcionado un papirotazo ejemplar en determinada ocasión. Ahora me estoy acordando de uno en particular que ha hecho bastantes méritos para que en un par de ocasiones, por lo menos, se fuese con la carita caliente. No le guardo rencor. Tampoco me arrepiento de no haberle endiñado: no hubiera servido para nada. Sin embargo hay otro al que creo que sí que debí haberle sacado los mocos. Éste sí que hizo méritos en poco tiempo para salir calentito. Rencor tampoco le guardo, no podría, pero siempre pensé que hubiera aprendido con un buen guantazo. Ya se sabe: la letra, con sangre entra. La fraternidad -prefiero utilizar este término al de amistad para este último caso- es lo que tiene.

Seguramente yo también haya merecido en más de una ocasión un soplamocos. No creo haberme portado tan bien ni haber sido un niño tan bueno como para no ganarme una lección a la española. Nunca me la llegaron a dar. De eso que me libré.

En los ya casi dos meses que llevo por aquí he conocido a muchas personas y de muy distinta calaña. Con ninguno he tenido ningún rifirrafe, tranquilos. Pero hay una persona, a la que le estoy cogiendo -en sentido español esta última palabra, no argentino- cierto cariño y simpatía. Amistad na más, no se alarme el personal. Ella ha vivido toda su vida en un barrio bastante conflictivo, digámoslo así. El otro día me contaba cómo se resuelven los conflictos y cómo se saldan las deudas en su tierra. Nada que envidiar a cualquier película de gansters o bandidos. De flipar. Ahí si que no se andan con chiquitas ni menudencias. Policía incluida, por supuesto. Relatos que ponen la piel de gallina y hacen estremecer a cualquiera. Lo de tirar a gente a la vía del tren es el pan nuestro de cada día. Mero ejemplo.

Seguridad en Argentina, tarea pendiente de esta tierra. Ojalá se arreglasen los malentendidos con un toma y daca de ganchos, con una simple pelea.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Y todo esto para decirnos, casi a escondidas, en una línea, que te mola una tía?

Anónimo dijo...

Hostia q si, totalmente de acuerdo con el anterior comentario. Vaya rollazo para contarnos q hay una tía q te pone palote...en fin. F

Anónimo dijo...

quienes son los afortunados que se libraron de tu furia y de tu "crose"