miércoles, 25 de febrero de 2009

corrientes 348

Llegué a la Argentina y bien poco sabía de sus costumbres, tradiciones y cultura. Mi mente siempre me llevaba a los tópicos de mujeres preciosas con acento cautivador, Maradona, Calamaro, mucho fútbol, corralito, fanáticos de las terapias de psicoanálisis y el tango. Del tango conozco más bien poco, quitando que dí hace un año una lección de baile, yo únicamente tenía en mente versos sueltos de una canción: A media luz. No sé si será muy famoso este tango o sólo es un residuo de mi mente por haberlo escuchado de soslayo. La cosa es que el tango empieza así:



Corrientes 3, 4, 8,
segundo piso, ascensor.
No hay porteros ni vecinos.
Adentro, cocktail y amor.
Pisito que puso Maple:
piano, estera y velador,
un telefón que contesta,
una victrola que llora
viejos tangos de mi flor
y un gato de porcelana
pa' que no maulle al amor.

Bien, pues yo ayer me encontraba en la calle Corrientes. Al momento se me vino la letra del tango a la cabeza y me dirigí en busca del portal 348. Imaginaros, yo con mi mapa, mi mochilica -turista total- mirando los números de los portales de toda la calle, que estaba abarrotada de gente, hasta llegar al portal 348. Tenía curiosidad por ver lo que había allí. Pensaba que me toparía con un café decorado en plan clásico, con una tanguería o a lo sumo con un edificio u hotel con un botones en la entrada. Pues cual fue mi chasco al alcanzar al mencionado número cuando lo que me encuentro es un simple garaje. Ni decoración especial, ni turistas entrando, ni tangos en el local: un mísero garaje, donde los coches ni siquiera eran espectaculares. ¡Qué cutre!, pensé rindiendo mis brazos hacia el suelo en plan frustrado. Todo lo más un cartel sobre la puerta reseñando el número 348 y un letrero recordando el susodicho tango.

Traté, no obstante, de entrar al garaje para ver si encontraba algo más allá de lo que mis pupilas contemplaban. El segurata no me dejó pasar. Así que tal como llegué me fui; volví a tomar la calle corrientes en dirección avenida 9 de julio y procuré olvidar rápidamente el cochino garaje. Propondré que se abra una oficina de quejas para tamaños desencantos. Qué menos.

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